Las cosas no son las mismas que hace veinte años, ni que decir si nos remontamos a principios del siglo pasado. Los tratamientos son distintos al igual que las formas de intervención. Se han provocado avances muy valiosos en el campo de la ciencia al igual que en el de la medicina y varias son las enfermedades que han cedido ante la búsqueda de nuevos medicamentos, terapias y métodos de profilaxis, pero así como podemos ver como se superan concepciones y principios, nos damos cuenta de que surgen nuevas problemáticas; las demandas son otras e incluso el corolario de trastornos se extiende por varios extremos cuando disminuye por otros.
En la antigüedad se consideraba en un solo grupo trastornos como las psicosis y neurosis así como no existía la diferenciación entre manías, filias y obsesiones. Para ser más precisos dichos grupos ni existían, ya que al nombrarlos presentamos de manera implícita el trabajo gnoseológico y epistemológico en relación a dichos términos y su evolución histórica. El malestar depende en gran medida del lugar, las condiciones y la época en donde se manifieste para que sea nombrado de muy diversas formas: locura, hechicería, posesión, etc. Y al igual que el malestar es producto de su nombramiento, el tratamiento o intervención cambia al verse modificado por dichos agregados.
Cada que se revisa la historia de algún síntoma o trastorno, ésta nos remite a la misma historia de la exclusión. Actualmente la esquizofrenia es heredera de la antes llamada dementia preacox, la cual a su vez debe su cuadro clínico (conjunto de síntomas y manifestaciones) a la locura en general: término ambiguo y general que desde la época clásica fungía como recipiente de todo lo no deseado, lo excéntrico, hermético, amoral e incomprensible.
La Stultifera navis fue un reducto poético que se basó en una práctica real europea que consistía en desterrar a las personas que tuvieran ciertas conductas indeseables para la sociedad, pero este destierro no pudo ser más literal ya que eran llevados en barcos mercantes sin ningún rumbo fijo confinados a la suerte del propio navío o destinados a desembarcar en cualquier puerto, pero este último destino era igual de impreciso que el primero; sólo era cuestión de tiempo para que el sentenciado fuera orillado a embarcar y partir del último puerto como lo hizo hace tiempo del primero.
Actualmente la nosología ha cambiado y la identificación de síntomas es más precisa, pero ¿Se podrá decir lo mismo de la postura de rechazo que se toma? Es evidente que el navío ha sido sustituido por páramos, fortalezas, recintos e instituciones, pero la intención prevalece. No hay que olvidar que esta postura es general en cuanto al remitente de la minoría y de lo diferente. La nave de los locos empezó como un reducto para alienar aquello que se quería lejos de lo establecido por su naturaleza transgresora; desde finales de la edad media ocupó el lugar que había dejado el repudio hacia el enfermo de peste y compartió la misma suerte con otra minoría de aquella época, la de la enfermedad venérea.
Mientras el argumento esté apoyado y apele a las masas y a la autoridad, la conclusión seguirá siendo la del rechazo hacia lo diferente y lo erróneo; hacía lo que manifiesta en mayor medida una minoría y lo que se encuentra en el extremo opuesto de la doctrina. Las aguas que sirven de sustento al transporte de lo indeseable no comparten el nombre con ningún océano conocido (ni siquiera el Mar de la tranquilidad o el de la desesperación pueden ser comparados con éste, ni por la distancia que nos separa de ellos, así como tampoco todas las posible ideas y sensaciones que nos pueden evocar sus propios nombres) su nombre es ignorancia y sólo es necesario con que su masa sea tan indiferenciada y basta que no simplemente se necesiten meses para cruzar su horizonte, sino años para poder cartografiar sus límites y territorios insulares que sirvan de apoyo al explorador.
Cada que se revisa la historia de algún síntoma o trastorno, ésta nos remite a la misma historia de la exclusión. Actualmente la esquizofrenia es heredera de la antes llamada dementia preacox, la cual a su vez debe su cuadro clínico (conjunto de síntomas y manifestaciones) a la locura en general: término ambiguo y general que desde la época clásica fungía como recipiente de todo lo no deseado, lo excéntrico, hermético, amoral e incomprensible.
La Stultifera navis fue un reducto poético que se basó en una práctica real europea que consistía en desterrar a las personas que tuvieran ciertas conductas indeseables para la sociedad, pero este destierro no pudo ser más literal ya que eran llevados en barcos mercantes sin ningún rumbo fijo confinados a la suerte del propio navío o destinados a desembarcar en cualquier puerto, pero este último destino era igual de impreciso que el primero; sólo era cuestión de tiempo para que el sentenciado fuera orillado a embarcar y partir del último puerto como lo hizo hace tiempo del primero.
Actualmente la nosología ha cambiado y la identificación de síntomas es más precisa, pero ¿Se podrá decir lo mismo de la postura de rechazo que se toma? Es evidente que el navío ha sido sustituido por páramos, fortalezas, recintos e instituciones, pero la intención prevalece. No hay que olvidar que esta postura es general en cuanto al remitente de la minoría y de lo diferente. La nave de los locos empezó como un reducto para alienar aquello que se quería lejos de lo establecido por su naturaleza transgresora; desde finales de la edad media ocupó el lugar que había dejado el repudio hacia el enfermo de peste y compartió la misma suerte con otra minoría de aquella época, la de la enfermedad venérea.
Mientras el argumento esté apoyado y apele a las masas y a la autoridad, la conclusión seguirá siendo la del rechazo hacia lo diferente y lo erróneo; hacía lo que manifiesta en mayor medida una minoría y lo que se encuentra en el extremo opuesto de la doctrina. Las aguas que sirven de sustento al transporte de lo indeseable no comparten el nombre con ningún océano conocido (ni siquiera el Mar de la tranquilidad o el de la desesperación pueden ser comparados con éste, ni por la distancia que nos separa de ellos, así como tampoco todas las posible ideas y sensaciones que nos pueden evocar sus propios nombres) su nombre es ignorancia y sólo es necesario con que su masa sea tan indiferenciada y basta que no simplemente se necesiten meses para cruzar su horizonte, sino años para poder cartografiar sus límites y territorios insulares que sirvan de apoyo al explorador.
martes, junio 21, 2016
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