El mejor libro que nadie más puede leer

Escrito por Ricardo Alba Ábrego

Libro leyendo libros
Jonathan Wolstenholme
La lectura siempre ha sido recomendada casi por cualquier persona. Se piensa que leer es una actividad que deja mucho y no es fácil de realizar por lo que demanda atención, tiempo y espacio. 

Vemos a personas en el transporte con su libro de compañero, las vemos en el parque, en la calle, en la escuela. Sirve de guía, de refugio, distracción; genera respuestas y dudas; engendra confianzas, sospechas; alimenta algunos sueños, elimina otros. Existen lecturas que demandan otras tantas, abundan otras que son de acceso libre, otras encriptadas, hay algunas que son idóneas para viajes largos, aquellas que nada más pueden ser desarrollas en lugares específicos; unas para el camino y otras que demandan quedarse sentado haciendo anotaciones; muchas son de consulta y varias son lecturas de cabecera.

Leer es bueno. Es lo mismo que decir que comer también lo es, hacer ejercicio, escuchar música o escribir. "Es recomendable leer treinta minutos al día" y "Dedícale unos minutos a la lectura con tus hijos" Consejos que se desprenden del primer prejuicio. Se piensa que el solo hecho de pasar la mirada sobre ciertos signos compromete una realización, permite un estado benéfico, incrementa la cultura, aboga por mantener temas de conversación, otorga respuestas ante la vida y desmiente sospechas ante la muerte. Pero lo cierto no puede estar más alejado de esto, una lectura por sí misma es muy difícil de que realice tal cosa. De nada sirve leer un libro cada día sin contar previamente con la capacidad de preguntarse qué es lo que se quiere encontrar y que la lectura auxilia a encontrarlo, y no necesariamente se encuentra entre las letras sino en otro lado: de frente a lo que está escrito y fuera de los márgenes de las hojas.

La acción de leer puede ser comparada con la alimentación. Al comer cada uno tendrá sus inclinaciones saludables, pero también sabemos que no todo lo que introducimos a nuestro organismo es benéfico del todo ya sea en la cantidad o calidad de la comida. Lo mismo pasa con los libros, cuando los consumimos debemos tener presente cuál es el beneficio que se desprende de cada lectura, su intención y periodicidad. Cuando consumimos ciertos productos podemos sentirnos llenos de energía: son nutritivos, otros -y lamentablemente son muchos- causan indigestión y nos imprimen un desagradable recuerdo como para regresar a probar otro después de tiempo.


¿Cómo elegir un buen libro? Existen varios puntos de partida que nos llevan a sostener un libro y empezar a recorrer su contenido, lo preocupante es cuando esos puntos no son personales: cuando se lee por influencia, por cierta presión social, cultural o ideológica. Lo mejor sería partir desde nosotros, las inquietudes personales, gustos, atracciones... Es por esto que las lecturas obligadas resultan complicadas, aburridas o tediosas, las arrojamos lejos hasta que la presión de "tener" que leer nos invada de nuevo.


Empecemos a leer nuestros libros, pero no aquellos que poseemos en el librero sino esos que escribimos a solas, que constantemente estamos escribiendo con tinta invisible en hojas de esencia, aquellos relatos que hablan de nuestra vida, de la futura muerte; de las personas que conocemos y de las que nos gustaría conocer; leer sobre nuestros miedos, fantasías, barreras, angustias y pasiones... Al sumergirnos más en esos relatos podremos disfrutar aquellos que se asemejan a los nuestros, que hablan de personajes lejanos en lugares extraños y de situaciones extrañas en lejanos tiempos.


       

miércoles, marzo 28, 2018 comments feed

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